Juan A. Urbano
Pablo Guillamón
Chelo Lencina
Augusta Santana
Ester Alonso
María Serralba
OTOÑO
Solitario queda el jardín
florido.
Alejado el calor
bochornoso
y ese aroma a flor, tan
distinguido,
a fresco tulipán
oloroso.
Se aleja el verano seco y
cálido,
cediendo paso al otoño
lluvioso
que por la gota fría es
conocido;
y por momentos: lúgubre y
tedioso.
Estación ajena al cambio
de horario:
vividor otoño, sin casa
ni rumbo;
despojado del trino del
canario
Te quedaste sin olor,
solitario.
Ante tus ramas, yo sucumbo
mecido por el árbol
centenario.
LEÍDO POR PEDRO LENCINA
AUTORA M.VIOLETA GAMBÍN
El otoño en los dos sexos es tema de discusión.
¿Quién ha dicho que el otoño es igual para los dos?
En el hombre, cincuentón, el pasar de un lado a otro es una gran conmoción,
del arreglo al desarreglo, lo hace sin ton ni son,
ya no se ponen colonia,
ni se atusan los dos pelos que repletos de mil canas no hay ya por dónde cogerlos.
Y de la línea, ni hablemos,
como si fuese una raza venida del extranjero,
todos llevan sus barrigas abultadas en exceso,
¿será quizás de cerveza?, o, ¿será falta de sueño?
Y están los siempre dispuestos,
que esperan a la “menor” que les saque de paseo,
ya que su espejo no miente y les da pues la razón,
al comprarse vestuario de chicos de quince años para llevar con descaro a su nueva adquisición por donde antes, ni en sueños,
con su esposa paseaban,
¡vaya cruel contradicción!
En la mujer es distinto, el otoño, las renueva,
y las hace resurgir como rosas de un rosal a una nueva primavera.
Se maquillan y perfuman con lenta dedicación,
y cuando menos lo esperas,
te anuncian con decisión, que se van con su pareja, de viaje, a Benidorm.
También están los dormidos,
los que no quieren saber que el verano ya se ha ido,
y que el invierno cercano les termina sorprendiendo todavía en el rellano.
Esos son los que prefieren vivir la vida a su paso,
con sus achaques y sueños guardados como capazos en el fondo de un armario debajo de los recuerdos,
con sus canas, o jugando con los nietos, pero contentos,
para ellos el otoño es un paso hasta el invierno.
María Serralba©
Ocurrió en otoño
Lo despertaron el calor y una pesada sensación de asfixia. Le
costaba abrir los ojos, como si los tuviera pegados y repletos de
puntiagudos granos de arena que le provocaban un tremendo dolor
cada vez que sus párpados intentaban abrirse. Cuando consiguió
abrirlos, sólo encontró una oscuridad vacía y espesa.
Su mente, abotargada, apenas alcanzaba a ordenar a sus
miembros que se movieran, pero sólo la cabeza parecía responder.
Intentó concentrarse para averiguar donde se encontraba y
cómo demonios había llegado hasta allí. Su mente empezó a
vislumbrar imágenes borrosas de un rostro conocido. De una cena a
la luz de las velas. De su sonrisa. De una copa de vino que le acercó
a los labios prometiéndole otro néctar más cálido y dulce. Hasta que
aquellas imágenes empezaron a difuminarse para despertar en esta
negra y cada vez más asfixiante oscuridad.
La sensación de calor se hizo mucho más evidente, agobiándole
en exceso cuando intentó de nuevo moverse sin resultado. De
repente, algo cambió en aquella oscuridad que lo envolvía. Por un
momento pensó que sus ojos se habían acostumbrado al negro
manto de su alrededor, pero el tenue resplandor rojizo que empezaba
a filtrarse a través de aquella oscuridad le mostró lo limitado del
espacio donde se encontraba y su forma rectangular que le resultó
conocida. Pero ya era demasiado tarde. Sólo tuvo tiempo de gritar
mientras aquel resplandor rojizo se transformaba en lenguas
anaranjadas que empezaron a lamerle ávidamente por todos lados.
Mientras Sara, con su traje negro, esboza una leve sonrisa
fingiendo recordar buenos momentos al salir con la excusa de fumar
un cigarrillo. Pero su mente sólo puede pensar en una cosa cuando
observa el movimiento de la llama del mechero. El fuego por fin está
terminando el trabajo dos años después de que aquel otoño,
descubriera su infidelidad. Sara, terminó de fumar su cigarrillo y
comenzó a subir las escaleras hasta llegar a la sala del velatorio.
Ahora sólo quedaba recoger sus cenizas y esparcirlas al viento. La
herencia y su joven amante, pronto le harían olvidar todo aquello.
Jesús Coronado - 2013
OTOÑO
Hojas
de otoño: hojas amarillas.
Una
niña juega con ellas mientras
el
viento se balancea
sobre
sus mejillas
y
le regala besos de alegría.
La
niña sigue jugando sobre
una
alfombra dorada.
El
aire le hace cosquillas.
Ventoso
otoño de tardes dormidas,
de
hojas caídas, de fresco aroma
a
tierra viva.
La
niña sigue jugando.
Las
hojas cavilando y cavilando...
que
ha llegado el otoño con savia
nueva
y nueva vida.
Hojas
de otoño: hojas amarillas.
La
niña se ríe y ríe,
devolviendo
al aire su risa.
La
noche se va acercando,
atemperando
su alegría.
Hojas
de otoño: hojas amarillas.
M Violeta Gambín Sevilla
TE ESPERO
Fija en el horizonte la mirada… se te espera sin desespero, pareciera que no llegas, pero vienes muy despacio
andando, allá por setiembre, se divisa tu llegada, en el color que das a los atardeceres en el que van tomando el ocre las hojas delos cipreses…ya cansadas de dar vida útil, y se van…tomando su merecido descanso, se tiñen de sonroja-do las hojas de las acacias, del marrón oscuro los pinos, los sauces lloran amarillentas lagrimas y los bosques ven caer sus hojas, tapizando
los suelos como mullida alfombra y los prados se cubren de esa gama de
diferentes colores… de otros olores, de menos sabores. Es una delicia el esperar, esa gestación que se forma escapando
del tórrido calor, que a veces se hace eterno, un caminar por la playa
descalzo, sin que la arena queme los pies, dejando apenas huellas, porque ya casi nadie merodea por ellas, así te espero, así vas llegando, lentamente…muy
despacio…luego de 9 lunas… que te
fuiste dejándole paso al frío, lluvias, días grises, más nieve. De nuevo estas
de vuelta, es tiempo de recogimiento, de estar más tiempo dentro, así te estoy
disfrutando, de brisa suave, de temperaturas menos cálidas, los días se
acortan, así se te necesitaba. Otoño que al fin vas llegando,
para dar alivio al caminante, que su sed no desgrave, como un regazo de
maravillas, acaricia tu suave brisa, que te espera sin desesperar, el cuerpo
reposa cómodamente, no es que no llega, si que viene… despacio…con prudencia,
para maravillar nuestra vista, con sus colores…nuestro cuerpo con su clima,
ahuyentando el calor. Es más serio, es masculino como su nombre, eso es…descanso
para el labriego, comienzo de aprendizaje en los colegios, termino vacacional,
la vida tomada más seriamente, entonces el otoño… va haciendo su entrada. Despide con
una sonrisa tenue al verano, que le da la mano, la bienvenida, por ser su
invitado, acompañándole a entrar, tu vas lento…con algunas góticas de agua,
cual lagrimas de emoción, él… se va yendo dejándote algo de su calor, se va
hacia tierras lejanas, que necesitan más su calor, se va detrás de su amada, la
primavera, la que no espera, ni desespera sino que sigue su andar. Otoño que
despacio llegas…con menos calor, con tibieza…que haces a las golondrinas
emigrar, que al hombre, a animales, árboles, biosfera, invitas a descansar…a
repostar, a coger energías, para volver a cimentar, a brotar, a vivir.
Allí por los 20 de setiembre…te bautiza una grandiosa luna llena, en el plenilunio, mirando al sol, cara a
cara, sin que la tierra se inmute, con ese mirar, apareciendo así el
maravilloso otoño, que ya no se hace esperar más.
Ester Alonso
Fija en el horizonte la mirada… se te espera sin desespero, pareciera que no llegas, pero vienes muy despacio
andando, allá por setiembre, se divisa tu llegada, en el color que das a los atardeceres en el que van tomando el ocre las hojas delos cipreses…ya cansadas de dar vida útil, y se van…tomando su merecido descanso, se tiñen de sonroja-do las hojas de las acacias, del marrón oscuro los pinos, los sauces lloran amarillentas lagrimas y los bosques ven caer sus hojas, tapizando
los suelos como mullida alfombra y los prados se cubren de esa gama de
diferentes colores… de otros olores, de menos sabores. Es una delicia el esperar, esa gestación que se forma escapando
del tórrido calor, que a veces se hace eterno, un caminar por la playa
descalzo, sin que la arena queme los pies, dejando apenas huellas, porque ya casi nadie merodea por ellas, así te espero, así vas llegando, lentamente…muy
despacio…luego de 9 lunas… que te
fuiste dejándole paso al frío, lluvias, días grises, más nieve. De nuevo estas
de vuelta, es tiempo de recogimiento, de estar más tiempo dentro, así te estoy
disfrutando, de brisa suave, de temperaturas menos cálidas, los días se
acortan, así se te necesitaba. Otoño que al fin vas llegando,
para dar alivio al caminante, que su sed no desgrave, como un regazo de
maravillas, acaricia tu suave brisa, que te espera sin desesperar, el cuerpo
reposa cómodamente, no es que no llega, si que viene… despacio…con prudencia,
para maravillar nuestra vista, con sus colores…nuestro cuerpo con su clima,
ahuyentando el calor. Es más serio, es masculino como su nombre, eso es…descanso
para el labriego, comienzo de aprendizaje en los colegios, termino vacacional,
la vida tomada más seriamente, entonces el otoño… va haciendo su entrada. Despide con
una sonrisa tenue al verano, que le da la mano, la bienvenida, por ser su
invitado, acompañándole a entrar, tu vas lento…con algunas góticas de agua,
cual lagrimas de emoción, él… se va yendo dejándote algo de su calor, se va
hacia tierras lejanas, que necesitan más su calor, se va detrás de su amada, la
primavera, la que no espera, ni desespera sino que sigue su andar. Otoño que
despacio llegas…con menos calor, con tibieza…que haces a las golondrinas
emigrar, que al hombre, a animales, árboles, biosfera, invitas a descansar…a
repostar, a coger energías, para volver a cimentar, a brotar, a vivir.
Allí por los 20 de setiembre…te bautiza una grandiosa luna llena, en el plenilunio, mirando al sol, cara a
cara, sin que la tierra se inmute, con ese mirar, apareciendo así el
maravilloso otoño, que ya no se hace esperar más.
Ester Alonso
TE recuerdo como eras en el
último otoño.
Eras la boina
gris y el corazón en calma.
En tus ojos
peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas
caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis
brazos como una enredadera,
las hojas
recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de
estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto
azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar
tus ojos y es distante el otoño: boina gris,
voz de pájaro y
corazón de casa hacia donde emigraban
mis profundos
anhelos y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un
navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es
de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de
tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de
otoño giraban en tu alma.
Pablo Neruda
Leído por Álvaro Tormos ( MAGO ÁLVARO)
Este poema fue leído por Ana Arana y se lo dedicó a MARÍA VILLOTA, corredora de Fórmula 1,que falleció ese día.
MARIPOSA DE OTOÑO
La mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.
Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.
Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.
La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.
La mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.
Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.
Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.
La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.
Pablo Neruda
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