1.- Escritora Violeta Gambin, participó con un Fragmento de un Relato llamado SENTADA JUNTO A TI publicado en su poemario "Alas blancas de cometa"
Así, entre penumbra y luz,
se iba adaptando como el junco cuando se doblega al aire que lo mece.
—¿Quieres que te lleve a dar un paseo? Ya sabes que no
puedes estar mucho tiempo a la intemperie, hace frío y te puedes constipar. De
todas formas te abrigaré bastante, no quiero que tus hijos me digan que no te
cuido. Tú ya les conoces, no creo que tenga que explicarte nada. ¡Cómo has
cambiado! Si te vieras ahora... tienes el pelo del color de la ceniza. ¿Y tus
rizos? He de decirle a la peluquera que te haga la permanente, no me gusta que
parezcas un pollo mojado. ¡Respira el aire fresco de la tarde! Pasas muchas
horas, encerrada en ese cuarto lleno de viejos. ¡A ti que no te gustaba acudir
a esos sitios! ¿Te acuerdas?
Mientras le hablaba le pasaba la mano por la cabeza. Ella me
miraba y sonreía. Le agradaba que le susurrara al oído y la acariciara. Apenas
tenía fuerza en sus manos. A veces se le desparramaba el café sobre el abrigo.
Siempre tenía que ponerle una servilleta para que no terminara manchándose
toda. Aquel ángel disfrazado de anciana volaba demasiado lejos.
Los médicos dijeron que tenía alzhéimer, una enfermedad
irreversible, que iba a más conforme fuera pasando el tiempo. Que terminaría
perdiendo el control de su vida y necesitaría ayuda para moverse, comer,
vestirse, para todo.
Sus hijos la llevaron a una residencia porque no podían cuidarla
debidamente en casa. Tenía los huesos muy mal y su cuerpo estaba bastante
deteriorado, tanto como su mente. Terminó en una silla de ruedas, aunque no
perdió ni un ápice de su alegría. Sus ojos se iluminaban cada vez que iba a
visitarla.
—Si te hubieran contado algunos años atrás que te cuidarían
otras manos distintas de las de tu familia, tú qué hubieras dicho a eso... La
juventud pasa como el viento que arrasa las montañas en invierno: rápido,
demasiado rápido. Ya no eres tan joven, estás envejecida y sin embargo
continúas sonriendo. La enfermedad que sufres no te ha restado ni un ápice de
felicidad, ¡menos mal! Así pareces menos enferma. Solamente se te nota por tus
manos: están temblorosas, ¿te das cuenta? Los detalles se te escapan porque no
son necesarios para ti. Ya no vives de ellos. Te gustan los niños pequeños, a
ti que
antes no los soportabas.
No querías que tus nietos se movieran tanto, querías que estuvieran quietitos,
mirando la tele y que te dejasen en paz.
»Los nietos también fueron creciendo como tú. Sentías a
veces envidia de ellos, ¿te acuerdas? ¡Tanta juventud! ¡Quién volviera a tener
quince años o mejor veinte! Pero para qué quieres volver a tener esa edad, tú
ya tienes la suficiente experiencia de la vida, cosa de la que ellos carecen.
Pero te cuesta hilar las palabras y esas manías tuyas que te alejan de ellos.
Tal vez no te comprenden, tal vez...
»Deberías haberte perdonado algo más de lo que lo hacías.
Sufrías innecesariamente, creo sinceramente que podías haber sido incluso un
poco más feliz de lo que eras, sentirte más viva de lo que estabas, si hubieras
dejado de juzgarte tan duramente. ¿Sabes que no fuiste nunca una carga para
nadie? Ellos te querían y mucho. Me lo dijeron más tarde, cuando lloraron tu
pérdida.
»No importa ya, cómo te sentías, pues viviste como una
reina: mimada y querida por los que te rodearon durante los últimos años de tu
larga vida. ¡Nunca imaginaste que ellos estarían junto a ti durante tanto
tiempo!
»No dejabas el maldito cigarrillo, que te acompañó casi
hasta la tumba, bueno, literalmente hasta la tumba, porque fue allí donde
depositó tu hija la última cajetilla, sí, ¿es que no te acuerdas? Pero ¡cómo te
vas a acordar, si tienes mala memoria! ¿O acaso en el otro mundo tienes una
memoria excelente?, seguro que sí. Y te seguirás acordando de tus años de
juventud cuando encandilabas con tus risas a los muchachos casaderos del
pueblo. Seguramente tu alma se liberó aquella mañana del mes de junio, cuando
decidiste marcharte para siempre. Todavía recuerdo la voz de tu hija cuando dio
la noticia de que su madre había muerto: un sudor frío me recorrió la espalda;
aunque antes de eso, a las seis de la mañana, me desperté sobresaltada: había
tenido un mal sueño, casi una pesadilla, a esa hora morías entre la soledad de
la noche y el resquicio de los primeros rayos de sol.
»Yo, ¿qué quieres que te diga? Guardo un grato recuerdo de
ti.
Ahora que
ha transcurrido tanto tiempo desde que te marchaste, yo me pregunto ¿qué hacía
tantas horas allí, sentada junto a ti, escuchando el eco mudo de tu voz?».2.- Escritor Juan Urbano, escritor de varios libros para niños como son L´Arbre Mágic y El seu nom era Pere Bigot, participó con un poema llamado ALMA HERIDA
Todas las leyes del Universo
son Nada
Más aún, todos los peldaños
que encauzan nuestro camino,
que edifican nuestras conciencias,
que marcan nuestras vidas…
son Nada
Nada
Nada
Las cosas sin sentido.
El sentido falso de las cosas.
Todo está roto.
Lo que se rompe es falso.
Si la verdad es rota por la realidad;
si el espíritu formado por miles de
afirmaciones,
por cientos de momentos,
por ramificaciones del tiempo…
Si todo lo que parece eterno,
lo que sientes que es eterno,
lo que se te impone como eterno
es desmoronado por una sola imagen
fija
altiva
ante ti
La realidad, el sin sentido y el
alma
se funden
para formar
la Nada.
Pero cuando las cristalinas
transparencias del alba
envuelven en el frescor de la brisa
anhelada
la amarga tiniebla de la
desesperanza,
tiñen de suave arcoíris
los colores apagados de la vida
ingrata;
y cuando surgen del crisol de plata
las sonrisas del dulce néctar de
nácar
que alimentan de rocío celeste el
alma…
Vuelves a caminar lleno de vida
entre las sedosas caricias de la
nueva mañana
que brota rica en sabores
3.- Escritora María Serralba, autora de A la sombra de tu piel, participó con el poema MI ALMA AMA LA NOCHE.
Hoy te encontré ahí, sentada, sola, muda, desolada,
sosteniendo tu templanza en la corva de la luna,
—Bueno.., ¿y qué?
Me respondiste ofendida, sin ofrecer la mirada,
taciturna, enfurruñada,
cual estrella que convive en la penumbra de una
vida,
de un sentir que no es el tuyo, de un diapasón
que no vibra,
que no le deja respiro ni al leve llanto del
niño, ni al candor de una sonrisa,
pero yo insistí, a sabiendas que mis preguntas
oías,
y tú, con ojos velados, respondiste muy altiva con
voz trémula e insegura,
—Bueno.., ¿y qué?
Y dejé correr el tiempo, los minutos y mi vida,
esperando que algún día te dignaras a bajar de tu
columpio de niña,
y miraras
mis pupilas anhelando ver tus ojos de estrellas embravecidas,
y giraste la cabeza y en un tris, con tu melena cobriza,
me cubriste las espaldas,
y tus alas me acunaron y con suaves aleteos me fundiste
en tu sonrisa y dijiste: “descansa, mi bien, descansa, que yo velaré por ti
hasta despuntar el día”,
Dormí sin temor alguno y por fin, pude soñar que
mi espíritu volaba,
y mi dicha fue completa al saber que tu amabas
como yo la noche fría,
y que mi alma en penumbra, surcaría cielo y tierra
hasta ser de nuevo unida a un espíritu inmortal como el tuyo, que me quería.
4.-
Manolo Condevolney, artista,
pintor, escritor, poeta. Autor
del poemario ALMA FAROLERA.
Participó con un pequeño relato llamado
Desvelo
o como jugar a las cartas con Morfeo
Él,
intuía un recuerdo extraviado en alguna de las aristas de su sombría memoria,
histriónico y animoso intentó iluminar esa presencia, ella no recordaba aquel
día en que él, desde la audacia de la infante inocencia, la beso, ni tampoco a los
imaginarios árboles, que heridos por una flecha atravesando un corazón, urdían
sus nombres de pila extirpados en su corteza con aquella navaja de brillo
advenedizo que le birló a su abuelo y que nunca le devolvió, navaja que un día
dibujó su amor en aquel bosque, y con el tiempo, fue seccionando el xilema y el
floema que transportan la sabia que riega los destinos.
Las
calles y los bosques se funden por la esclavitud del tiempo, como los amores
soñados, difusos y circunspectos, ahítos de ese aroma a deseo contenido, y
olvidado, en esa etérea jungla sin el referente cartográfico de los sentimientos.
Mis
ojos dejaron de escuchar ese intento por refrescar su recuerdo, sin darle apenas
tiempo a inhalar la nostalgia, quizá porque se ahogaba en la necesidad de
saber, sin saber que saber es quedarse sin aire, o su mente, quizá, por propia
iniciativa, no quería recordar para no angustiar más su abatido corazón de
fresa y chocolate.
Parpados
empapados de alfileres, vigilia que diluvia la tragedia.
Aseguré
con el marcador que me regaló Chimo la pagina 247 y cerré el desescuchado libro.
La
fulgúrea ventana irradiaba toda clase de luminosos haces callejeros, que tenues
y viscosos se movían por la habitación como espíritus en pena, la calle
permanecía olvidada, casi muda, desvanecida en su propia mismidad, y en la
habitación solo se escuchaba la colosal respiración de la diosa inerme, yacida
bella.
Ebrio
de sutilezas miré al techo, es curioso como aquellas sombras intentaban contar
eximias historias, míticas epopeyas, que en ocasiones son de una métrica
imposible, o imitan un bello cántico lirico, o a veces, sin más métrica o rima,
dibujan la más hermosa proeza en prosa poética.
No
sé de qué te recuerdo, dijo él, quizá de Tenóchtitlan.
Ella le miro como se miran los recuerdos, el perro se había quedado en casa, solo, sin agua y sin comida, le miro como si recordara que aún no había lavado los platos de la comida, aquellos platos de la vajilla de porcelana China que le regalo su madre cuando le contó que era el momento de independizarse, de vivir sola, de vivir su vida, o quizá le miro mediante indicios sin estructura sintáctica, con una de esas miradas engañosas que confunden los sentidos, de esas que no sabes si seguir soportando, eludir y punto, o convertir en esquiva mirada su sorda percepción.
Ella le miro como se miran los recuerdos, el perro se había quedado en casa, solo, sin agua y sin comida, le miro como si recordara que aún no había lavado los platos de la comida, aquellos platos de la vajilla de porcelana China que le regalo su madre cuando le contó que era el momento de independizarse, de vivir sola, de vivir su vida, o quizá le miro mediante indicios sin estructura sintáctica, con una de esas miradas engañosas que confunden los sentidos, de esas que no sabes si seguir soportando, eludir y punto, o convertir en esquiva mirada su sorda percepción.
Sin embargo él aguantó esa mirada, perdiéndose a trompicones en su
sedoso pelo, y en el recuerdo de su risa, risa que ya no se dibujaba en esos
labios de cristal fundido, en esa faz de ausente porcelana.
Una lucecilla roja parpadeaba como haciendo señales en código Morse,
tenía un rítmico titilar como de blues o ragtime, era la torre del PC, quizá gritando,
levántate y enciende la pantalla, no la hice caso y seguí escuchando, tendidas
o colgadas del techo, las imposibles y osadas historias de las sombras.
De pronto sus miradas se atraparon y fueron zurciéndose en un nuevo espacio, quizá en algún tiempo fue un espacio conocido para ellos, o no, simplemente era ese espacio, desconocido y prieto, que pervive en la quimera de un recuerdo.
Las miradas tienen vida propia, nacen, se reproducen y mueren.
En ese momento las miradas, una a la otra, fueron contándose, casi
con pasión, sus percepciones.
La de él, aturullada, le contó que no podía vivir sin ella.
La de ella, portentosa, con una seguridad casi ridícula, declamó en un tono mayúsculo lo difícil que se le hacía vivir, vivir sin conjeturas.
La de él, aturullada, le contó que no podía vivir sin ella.
La de ella, portentosa, con una seguridad casi ridícula, declamó en un tono mayúsculo lo difícil que se le hacía vivir, vivir sin conjeturas.
Ninguno de los dos supo nunca lo que se dijeron sus miradas, o quizá
ninguno se atrevió a sospecharlo.
El techo, con la euforia de una guerra ganada, como semidios en
plena erudición de sus extraordinarias hazañas, se fue oscureciendo en el
absurdo, dejó de desleírse en versos imposibles y se atrevió a mirarme con los
ojos de un dios disgustado, preñado de amargura.
Las sombras ya no eran, se transformaron en exiguas barbaridades que
se diluían hasta ennegrecer la historia más iluminada.
El miedo se apodera de uno, como se apodera de la vida la venganza,
hasta destruirla por completo.
Se despidieron sin tocarse, sin intuirse siquiera, como dos
desconocidos trepando cada uno a su particular cosmos.
Él se diluyó en sus desgracias, la vida no se le daba fácil y
parecía que caminara por ella con pies descalzos, dejando una sangrienta huella
a cada paso que daba.
Ella sin embargo caminaba sin rozar el suelo, a unos milímetros por
encima de todo, con los años fue notando un gran peso en la espalda y logró
volar.
La calle despertó en una
madrugada crecida en vientos, la ventana dejo paso a la vida y el sueño penetró
vestido de despierto, beodo y parsimonioso, con esa parsimonia que tienen los
sueños cuando no desean invocar a los despiadados demiurgos de la noche, o
cuando se saben a salvo a pleno día, y se recostó a mi lado, desvanecido,
liberado al fin del súbito tormento, y los dos nos pusimos a jugar a las cartas
con Morfeo.
5.- JESUS CORONADO, escritor, Asesor Fiscal, estilo muy peculiar. Participó con el Relato: LA CARA ES EL ESPEJO DEL ALMA
Estiró las facciones suavemente, empujando con los dedos de
las manos hacía atrás. Observando como el reflejo del espejo le
devolvía un rostro donde las arrugas desaparecían y la piel quedaba
tersa… natural. Por fin había encontrado lo que buscaba. Hacía dos
años que le dieron el alta en la unidad de quemados del hospital y
esta era la más parecida a su antiguo rostro. El fuego había hecho
bien su trabajo, pero la cabezonería era una de sus virtudes y pudo
más que el desánimo que le sobrevino después de aquel desgraciado
accidente.
Luis, retiró con cuidado la piel que cubría su desfigurada cara
dejándola a un lado hasta que comenzara con el proceso de
conservación. Sus ojos volvieron a mirar aquel rostro salido del
mismísimo infierno; su verdadero rostro. El que le hacía recordar
constantemente las palabras que a su mujer tanto le gustaba repetir.
“La cara es el espejo del alma”. Y que razón tenía, sólo que ella
miraba el rostro equivocado, el que vio deshacerse frente a sus ojos
aquella tarde. Hasta él cometía errores alguna vez.
Pero todo esto eran ya sólo recuerdos y el trabajo le estaba
esperando. Luis, limpió cuidadosamente los restos de sangre que le
quedaban pegados en la cara y se puso los guantes de látex. Ahora,
..... continúan las fotos, poemas y relatos en la siguiente publicación de nuestro blog....esta es solo la primera parte. Saludos a tod@s...
...continúen en la siguiente entraba...
Buenos textos y buena iniciativa. Me gustaron en especial los de Jesús Coronado y Manolo Condevolney.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias Vanessa. Me alegro que te guste la iniciativa y mi texto. Un saludo.
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